lunes, julio 05, 2010

Descanso

El tiempo no transcurre de forma lineal pero en un texto esa verdad es más cierta que en cualquier otro lugar (¿lugar?), en un texto el tiempo se alarga, en un texto las palabras, una detrás de otra, ejercen la secuencialidad de forma absoluta y a la vez, lo que las palabras quieren decir cambian el tiempo, lo violentan, lo sacuden y, de repente, puede aparecer un árbol en contrapicado, un olmo alto, verde y espeso mecido por la brisa, puede aparecer la sombra de ese olmo, desparramada sobre un hombre tendido que lo contempla y oye como susurra y ahora, dentro de ese hombre, ese momento se hincha, se comprime, se convierte en algo diferente, algo minúsculo e inmenso a la vez, algo leve y denso y en ese instante una conversación de dos mujeres jóvenes que son casi adolescentes pide participar sin haber sido invitada, pide su lugar en la cabeza de ese hombre (estamos dentro de la cabeza de ese hombre) que piensa que el tiempo es irrecuperable y a la vez amorfo y elástico, como las cuentas de un collar en un hilo, el hilo y las cuentas, los momentos como este engarzados en una línea que apenas se deja advertir, y las mujeres jóvenes ríen y se hacen fotos con el móvil y los olmos siguen susurrando y una dulce quemazón marca el resultado del ejercicio en el cuerpo de un hombre maduro (en el cuerpo de ese hombre) y el cielo azul de esta ciudad escupe su color con arrogancia y un avión pasa dejando un rastro de vapor en el cielo, saetas disparadas en la eterna guerra de los ángeles contra Dios, ese Dios inexistente pero presente en nuestra visión del mundo, ese concepto que permite que cualquiera pueda recordarse desde fuera, como directores de la película de su propia vida, recordarse (¿imaginarse?) desde arriba tendido en la hierba, descansando mientras mira el balanceo de los árboles y la risa de las mujeres jóvenes se superpone a la música que suena en la cabeza, y los olmos siguen susurrando y el instante sigue aumentando de tamaño, sigue hinchándose, acaparándolo todo, llenando la realidad de algo para lo que no existe un nombre, ni en este ni en ningún idioma, ningún nombre que pueda describir este detenimiento, esta lentitud, esta absoluta falta de tiempo en el tiempo.

2 comentarios:

Portarosa dijo...

Me ha gustado mucho.
Me gusta mucho, en general, cuando das estas vueltas.

Un abrazo.

La independiente dijo...

Gracias, Porto.
Tengo algunas más. A ver qué te parecen.

Un abrazo,
X.