lunes, febrero 15, 2010

Jugar

Si alguien pudiera escribir sin pensar en lo que está haciendo, sin pararse a reflexionar sobre cómo aparecen los pensamientos cuando vamos de izquierda a derecha leyendo palabras (o de derecha a izquierda o de arriba a abajo, ¿cómo será leer en esos idiomas en los que todo se hace al revés?, ¿o cómo será leer en alemán y no saber de qué estamos hablando hasta que llegamos al verbo, allá al final esperando completar la frase?; los sintagmas alemanes deben florecer como arbustos en el aire, sin raíz, hasta encontrar por fin la acción, el verbo que finalmente penetre en la tierra) (qué rara y extraña me ha quedado esa frase, llena de oquedades, qué extraña frase me ha salido), si alguien pudiera hacer eso, es decir, escribir sin pensar en lo que hace, tal y como iba diciendo, sería mucho más fácil esto de escribir, supongo. Creo.
Como en algunas películas norteamericanas, en las que he visto a protagonistas grabar sus pensamientos, protagonistas que dicen que son escritores de ficción que van siempre con una grabadora, por si acaso se les ocurre una idea genial, escritores siempre dispuestos a registrar pensamientos fugaces y brillantes pero probablemente tan inanes como cualquier otra cosa. Siempre me ha gustado lo de la grabadora, de hecho, una mujer que fue mía y que ahora ya es de otro me regaló una para que registrara mis pecios verbales (sí, es un homenaje a Ferlosio, ¿qué pasa?) pero, claro, yo no soy Ferlosio, ya me gustaría, ni tengo su talento ni tampoco su gusto por las anfetaminas, aunque creo que no me costaría trabajo aficionarme a las anfetaminas, eso es cierto. El caso es que esos escritores que creen tener una idea genial cada media hora son unos idiotas porque nadie es genial todo el rato, ni siquiera Casavella, ya ves, y eso que es lo más parecido que he encontrado.
Y en fin, yo, que no aprecio especialmente la metaliteratura, aquí estoy hablando del lenguaje, de sintagmas, citando a Ferlosio y llamando la atención sobre el idioma, esto es, cumpliendo con la función poética del lenguaje tal y como definía Jakobson, haciéndome el interesante, hablando de cosas que serán incomprensibles para la mayoría, sacando la cabeza por encima del texto para que todos los lectores se fijen en mí, el pedante idiota que a este lado de la pantalla escribe sobre cosas que casi nadie entiende. Sí, lo confieso, ese soy yo. O soy yo en una medida cada vez más incontrolable. Pero, entiéndanlo, he conocido a una mujer que me dijo que le perdían los escritores. Déjenme presumir. Cada uno tiene que utilizar sus armas como puede.

Por otro lado, es posible que lo anterior sea mentira, es posible que lo anterior esté contado por el narrador, ese ente de ficción que se han sacado de la manga los universitarios y que no corresponde exactamente con el autor, que tampoco (dado el medio en el que estoy publicando) coincidirá exactamente con la persona (en el caso de la que la identidad exista realmente y no cambie veinte mil veces por segundo, como si se tratara de un fragmento de cuarzo) que está escribiendo esto. Por ejemplo.

Y ahora un cuento:
«Un hombre nace en un desierto helado en Mongolia. En toda su vida no ve otro paisaje que la tundra helada, no habla sino a gritos, sus oídos inundados por el sonido del viento ártico. Caza animales para comer. Vive con una mujer desde mucho antes de llegar a la veintena. Tiene varios hijos, de los que al menos uno muere de pulmonía antes de cumplir el año. Vive lo suficiente para conocer a la mayoría de sus nietos. En un viaje de caza contempla extasiado la aurora boreal. Al regresar al hogar muere recordando esos colores. En el último instante piensa convencido: he tenido una buena vida.» FIN.

Pues eso. Que aquí estoy. Que me llames.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Me parece, leyendo tu texto, que disfrutarías mucho de la lectura de "El viaje de Shakespeare", de léon Daudet. Una sensibilidad insospechada se esconde tras él.

Suerte

Xavie dijo...

Pues gracias por la recomendación, anónimo, y por la suerte. Vuelva cuando quiera.

Un saludo,
X.

Portarosa dijo...

Me ha gustado, X.
Espero que te llame. ¡Llámalo, mujer, que es muy buen chaval e interesante!

El cuento también me ha gustado. Un poco largo, pero me ha gustado.

Un abrazo.

La independiente dijo...

Gracias Porto,
Mujer, hazle caso. Que soy muy buen chaval y además interesante y, esto no lo dice Porto, pero lo digo yo, no estoy mal...

En fin, qué le vamos a hacer.

Al final, me voy a quedar solterito. :-P

X.

Portarosa dijo...

Es verdad, es verdad, no está mal. ¡Llámalo!