lunes, febrero 08, 2010

Cigarrillos

Los cigarrillos son armaduras contra el tedio: el hecho de coger un cigarrillo, deslizarlo entre los dedos y encenderlo (cómo se nota cuando alguien no está habituado a coger el cigarrillo, qué impostura más tonta, cada vez más habitual en estos tiempos de actores veganos y desnatados, algo que, según un test que hice el otro día, he hecho unas 150.000 veces a lo largo de mi vida), el hecho de cogerlo y encenderlo, iba diciendo, protege contra el tedio porque permite mirar las volutas de humo (siempre un pasatiempo fascinante), permite tomarte un tiempo para pensar cuando te hacen una pregunta comprometida, permite pasar el tiempo en un desierto, por ejemplo, sin gente a la que mirar, sin gente pero con cigarrillos (uno tras otro siendo transformados en humo, hermoso humo que se va a la atmósfera y se confunde con el azul del cielo, hermoso humo gris o azulado, circonvolucionando de forma caótica en nuestra habitación).
Cuando no fumamos echamos de menos la nicotina, pero sobre todo echamos de menos la imagen de nosotros mismos con un cigarrillo en las manos, protegidos del tedio, nuestra imagen de hombres más resueltos, más capaces, más atrevidos, hombres que podrían mirar a una mujer y dar una calada profunda a un cigarrillo antes de decir que no a una invitación, hombres que no se arredran ante nada. Eso es lo que echamos de menos, la imagen que hemos creado asociada al cigarrillo, la imagen que entendemos que los demás perciben cuando nos ven fumar.

El Ministerio de Sanidad, en cambio, nos cuenta la verdad verdadera para que abandonemos el hábito, nos cuenta de dientes podridos, de pulmones agujereados, de úlceras sangrantes para que dejemos de hacernos daño y, sobre todo, de hacérselo a los demás (como si eso no fuera una soberana tontería y como si no matara más la contaminación que el humo de los fumadores en los bares). Vivimos en una época tonta, una época en la que no sería posible un personaje como el interpretado por Charles Laughton en Testigo de cargo, que engaña a su enfermera para poder seguir bebiendo y fumando sus puros y que aún así nos cae bien, estamos en una época en la que ese viejo abogado aparecería en cualquier película como un desconsiderado, como un maleducado, como alguien que no piensa en su familia ni en sus nietos, alguien que prefiere morirse a pensar en ellos, alguien que, a fin de cuentas, se merece lo que le pase. La conquista definitiva de la sociedad de la estupidez en la que habitamos. Alguien que se muere siempre podría no haber fumado, haber hecho más deporte, haber comido más sano, haber bebido menos, haber meditado más. Se lo merecía, eso es lo que nos susurra el sistema al oído, se lo merecía.

Después de tanto tiempo de civilización dedicado a reflexionar sobre el fin, dedicado a buscar un sentido, al menos ya tenemos un culpable. Hoy en día morirse es indudablemente culpa del muerto.

6 comentarios:

NáN dijo...

muy bien, sí señor, muy bien.

El cigarrillo es lo que evita los vacíos llenos de púas entre un acto y otro.

Unknown dijo...

El cigarro para MATAR el tiempo

Xavie dijo...

Hola Nan,
No sé por qué, pero sabía que te iba a gustar... :-)

Eso es, abuela, el cigarrillo para matar el tiempo. ;-)

Abrazos,
X.

Portarosa dijo...

Pues fíjate, yo no estoy de acuerdo, hala.

Y además no entiendo la construcción del primer paréntesis y te sobra un "que" antes de Charles Laughton.

Pero te quiero igual, X., y sigo pensando que escribes muy bien. Que conste.
Un abrazo.

La independiente dijo...

Ya me imaginaba que solo los fumadores iban a estar de acuerdo. :-)

Pero, ¿no le parece algo excesivo que el Estado se preocupe tanto de nuestra salud? ¿No cree que la labor del Estado debe ser otra, en lugar de intentar constantemente que cambiemos nuestros malos hábitos?
Y aquí ya no estoy hablando solo de tabaco.

En cuanto al error, ya está corregido.

Yo también lo quiero a usted, no se crea. Que conste también.

X.

Portarosa dijo...

Bueno, con respecto a las prohibiciones de fumar, es siempre la misma discusión: no te prohíben que fumes, te prohíben que fumes a mi lado si yo no quiero.

Con respecto a lo otro, supongo que forma parte de un tema muy amplio, que incluye que, si se enteran, te impidan suicidarte. O que tengas que llevar el cinturón de seguridad en el coche.
¿Por tus responsabilidades para con los demás? ¿Por ahorro? Yo no lo sé.

Un abrazo.
Queriéndose, todo es más fácil.