martes, noviembre 07, 2006

Tiempo

Había podido leer hacía meses: "el tiempo no existe, el tiempo es". Es nuestro cerebro el que se empeña en poner un segundo después de otro, en agruparlo en estaciones que reflejan los ciclos de la naturaleza y la vida, en trocearlo y en inventar relojes que lo miden tic y ahora tac, pero en realidad, según los físicos, esa manía tan humana es solo una cuestión de percepción, puesto que los resultados experimentales que nos hablan del mundo que habitamos nos dicen que el tiempo no transcurre. Pues vale.

Eso le hacía sentirse un poco decepcionado con su cerebro porque, a fin de cuentas, que un órgano en el que, de alguna manera, había cristalizado el azar después de un par de miles de millones de años (los organismos unicelulares y los pluricelulares y la complejidad de la vida y el sexo y todas esas cosas, así a grandes rasgos), después de tanta vaina y tantos cadáveres y tanta adaptación y tanta lucha por la vida y tal, fuera un estúpido que no se diera cuenta de que el tiempo no transcurre, de que el tiempo es, le parecía un timo. Daban ganas de pedir explicaciones, la verdad. Pero así era la cosa.

La ventaja, eso sí, era que, después de leer aquello, se había conformado inmediatamente. Se había conformado de todas todas, así que los signos de envejecimiento (sus canas tiesas y más largas que los demás pelos de su barba, sus venas marcadas en las manos, sus arrugas en las comisuras de los labios y en los alrededores de los ojos, sus rodillas doloridas, su vista cansada y sus frecuentes lumbalgias) ya no le importaban en absoluto porque ahora sabía que todos aquellos síntomas solo eran una cuestión de percepción. La verdad teórica, el funcionamiento de la realidad era muy otro. Así era la cosa.

Y por supuesto, pasar casi tres horas diarias en el transporte público yendo de un sitio a otro en una ciudad congelada por la indiferencia, tampoco tenía ninguna importancia. Ni la más mínima.

Así que le había dado por pensar, en uno de esos interminables viajes en metro, que definitivamente la física era mucho mejor que la autoayuda.

Dónde va a parar.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Esto es como cuando un físico dice -sin inmutarse- que el Universo y su inmensidad son como una redonda pizza de proscciutto (que no sé en qué momento hoy algo semejante en la televisión) tratándo de explicar al común de los mortales lo finito de lo infinito... Pues vale.

Ya sabes tú lo que yo pienso del tiempo y de lo efímero que es. Si no, que me lo digan ahora mismo a mí que aquí estoy calentando la silla, con la cantidad de cosas que tengo que hacer fuera de estas cuatro paredes (el tiempo ni se mueve cuando quieres que vuele, ni vuela cuando necesitas que se esté parado).

En fin, que te he metido un rollo de la puñeta para decirte que me gusta (cómo no) tu texto. De ahora en adelante intentaré leer la revista Science en vez de meter mi nariz en la estantería de los libros para hadas y duendes (y yo que tenía pensado comprarme hoy El elogio de la pereza, cachis).

Un beso. C. :****

La independiente dijo...

Nada, Cal, no hace falta comprar el Science. :-D
Pero sí, el tiempo no se comporta nunca como nos gustaría que lo hiciera, en eso das en el clavo.

Me alegro de que te guste el texto.

Un beso,
Xavie

Portarosa dijo...

A mí también, y mucho.