Me gusta coger los aviones a media tarde: tener el equipaje preparado e irme al aeropuerto después de comer a hacer cola para todo; que me hagan quitarme los zapatos y deshacerme del gel de baño que llevo siempre en el equipaje de mano; el pitido del arco detector que siempre te deja cara de culpable; las parejas que se besan a la vez que lloran; las tiendas de delicias y las de chocolate; los caballeros atareados con sus blackberrys.
Estar allí es como estar en cualquier otro sitio. En un aeropuerto, la nacionalidad casi no se nota.
Pero sobre todo, me gusta estar en el aeropuerto a esa hora porque es el preludio del vuelo al atardecer.
Un atardecer eterno en la ventanilla. Con todos esos naranjas y azules.
Eterno.
7 comentarios:
Así como lo describes casi hasta apetece encaramarse hasta la T4 de Barajas para ir "tranquilamente" a cualquier parte del mundo... Cualquier cosa mejor que estar en este cubo prefabricado, ¿no?
Un besote. Cal.
(Con permiso: me temo que me he acordado de ti; siempre y cuando te apetezca, por supuesto)
Nunca he volado, señor Xavie, pero gracias por prestarme su experiencia aeropuertil.
(¿Se te ha pasado el efecto de la ginebra y has decidido borrar lo que habías escrito...? Un abrazo)
Sí, Porto,
Me temo que has dado en el clavo. Ayer me parecía muy divertido y hoy ya no lo tengo tan claro. :-D
Por cierto, recojo el guante de la cadena...
Un abrazo,
Xavie
Cal,
La verdad es que llegar a la T4 es difícil, ya lo sabes... :-D
Pero sí, mejor un aeropuerto que un bloque de cristal lleno de oficinas. Donde va a parar.
Pies,
Me temo que estaba de buen humor y me salió una descripción pelín benévola.
Besos,
Xavie
A mí tampoco, si he de serte sincero.
Subo a leer...
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