El otro día, mientras me estaba durmiendo y veía el bombardeo de imágenes que siempre me conducen al otro lado, vi claramente una casa cuyas ventanas tenían pestañas. Y me pregunto por qué, pero no he conseguido olvidar la imagen.
Anteayer, mientras caminaba enchufado y ajeno al ruido, vi una pareja que parecía gritarse en la calle, pero que, a pesar de los ademanes furiosos que se dirigían, continuaron su paseo abrazados. Me hubiera gustado haber oído lo que decían pero no lo hice.
Ayer, mientras pensaba en la soledad, sonó el teléfono y estuve hablando un cuarto de hora con una persona en la que había pensado justo un momento antes. Supongo que simplemente, mi pesar entró en resonancia con su recuerdo.
Hoy, estoy aquí y medito sobre los signos que nos persiguen a todos; sobre los agüeros, las señales, los avisos y los mensajes que encontramos. Y aunque hay muchas personas inclinadas a creer que alguien nos deja esos mensajes a nuestra dirección y a nuestro nombre, mucho me temo que yo no soy una de ellas.
2 comentarios:
Ay! La magia es la coronación o pesadilla de lo causal, no su contradicción. El milagro no es menos forastero en este universo que en el de los astrónomos. Todas las leyes naturales lo rigen, y otras imaginarias... Para el supersticioso, hay una necesaria conexión no sólo entre un balazo y un muerto, sino entre un muerto y una maltratada efigie de cera o la rotura profética de un espejo o la sal que se vuelca o trece comensales terribles. Esa peligrosa armonía, esa frenética y precisa causalidad, manda en la literatura también...
He distinguido dos procesos causales: el natural, que es el resultado incesante de incontrolables e infinitas operaciones; el mágico, donde profetizan los pormenores, lúcido y limitado. En la literatura, pienso que la única posible honradez está con el segundo. Quede el primero para la simulación psicológica.
Hola,
Disculpa que haya tardado tanto en contestar a tu comentario, pero es que no lo había visto.
Sí, yo también estoy de acuerdo en que los poetas tienen que lidiar con el lado mágico de la realidad, no mágico en el sentdo de sobrenatural, sino en el sentido de la extraña armonía que lo envuelve todo, a veces, como cuando lees ciertos poemas. Ese es su campo, está claro.
Un saludo,
Xavie
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