Ahora que los martes tienen esa cualidad de lunes, repito una rutina diaria que se retuerce sobre sí misma, extraña y compartida. Si no fuera porque sabemos que el tiempo no transcurre sino que está imbricado con el universo (y no me cansaré de repetirlo, no), si no fuera porque hemos vivido otras épocas en las que un lunes era tan parecido al siguiente que ambos parecían indistinguibles para un observador situado a suficiente distancia, si no fuera porque sé que esa falsa ilusión de continuidad puede quebrarse sin esfuerzo, producto de una grieta minúscula que se va agrandando con el tiempo o de un golpe contra el suelo que deja nuestra casa hecha una mierda, si no fuera, a fin de cuentas, por el tiempo que ha pasado ya y que poco a poco encorva mis hombros, y por lo vivido hace tanto ya, hace tanto, diría que estoy bien.
Sé que el cambio es lo único que permanece. Pero ¿y qué?, ¿a quién le interesa seguir siendo el mismo?
2 comentarios:
hay cierta epidemia de pasotiempismo en esta ciudad boba
¿Pasotiempismo? No sé a qué te refieres...
Yo soy consciente de su paso, otra cosa es que, aún siéndolo, lo haya asumido.
:D
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