Veámonos salir de un garito lleno de humo (como si fuéramos directores de cine y toda nuestra vida, nuestra miserable vida, solo fuera una secuencia de planos que antes alguien ha dibujado en un story board). Observémonos mientras caminamos de forma vacilante, los ojos enrojecidos por el humo, los miembros débiles por el alcohol (pero sin hacer eses, somos bebedores con dignidad). En la calle, un mendigo hablará en sueños mientras se mueve nervioso bajo las mantas. Su aliento formará una nubecilla de vaho alrededor de su boca y dirá: no, por favor, no, no lo hagas, no te lo lleves. Nosotros (es decir, las pequeñas personas que pueden verse allá abajo) observaremos al mendigo y decidiremos que eso que el mendigo no quiere que se lleven debe de ser su hijo, por ejemplo, y que la soledad que sobrevino a esa separación, contribuyó, junto con sus problemas con el alcohol, a que acabara así, durmiendo entre mantas regaladas, y gimiendo en sueños mientras nosotros (allá abajo, ¿lo ven?, pequeños como hormigas) lo observaremos y pensaremos en cómo será la vida a la intemperie. Al llegar a casa (aquí el plano es algo más complicado: un zoom desde arriba que pasa a través de los tejados y de las dos últimas plantas del edificio y que por último se desplaza lateralmente para enfocarnos abriendo la puerta sin vacilación) nos desvestiremos, nos lavaremos los dientes y nos meteremos en la cama (plano secuencia). En esa cama ya estará durmiendo una mujer (primer plano). La mujer dirá: ¿te has divertido? Y nosotros contestaremos que sí. La mujer dirá: ¿otra vez borracho? Y nosotros diremos: no mujer, solo he tomado un par de copas, a lo que la mujer responderá poniendo cara de fastidio, dándose la vuelta en la cama y diciendo: que sepas que otra vez he tenido que decirle a Daniel que su padre no podía leerle el cuento porque se había quedado trabajando en la oficina. Un día de estos me voy a hartar, te lo digo en serio.
(Fundido a blanco)
2 comentarios:
¡Joder, qué fuerte!
Lo digo en serio, ¿eh? Lo del sueño del mendigo me lo parece, y el final de mal agüero lo hace más amenazador. Me ha gustado.
Un abrazo.
Pues lo de ¡joder, qué fuerte! le ha quedado en plan Ricardo Costa, o sea... :-P
Pero gracias (como siempre) por el comentario.
Qué haríamos los blogueros sin lectores como usted.
Abrazote,
X.
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