lunes, octubre 05, 2009

Blanco

Ayer me quedé en blanco, sin saber qué hacer, sin ser capaz de ejecutar los pasos, aprendidos hace tanto tiempo, sin voluntad para hacer lo que era necesario. Menos mal que mi compañero me dio un empujón, me zarandeó y me dijo: vamos hombre, que parece que te ha dado un vahído y yo contesté ehh, sí, sí, llevas razón y conseguí reaccionar y ayudé a inmovilizar al hombre y a tranquilizarlo tras ponerle un calmante. Ya en la ambulancia, con los signos vitales del paciente estabilizados y la herida de arma blanca contenida —la venda blanca volviéndose roja poco a poco, la venda blanca siendo inundada progresivamente por la sangre—, comencé a reflexionar sobre lo que me había sucedido, sobre el hecho de haberme quedado en blanco en un momento en el que era necesario ser resolutivo, ser capaz, hacerse cargo de la situación. No encontré explicación alguna y, de hecho, continúo preocupado por ello: temo que se repita el episodio, temo volver a quedarme como un muñeco sin voluntad en un momento en el que, precisamente, esa voluntad sea necesaria.

Hoy, por desgracia, me he visto en una situación muy parecida. De nuevo un hombre yacía en el suelo malherido, con una herida en el abdomen —la sangre espesa acumulándose en el pequeño charco bajo su cuerpo, la mancha ampliándose de forma imperceptible—, de nuevo el hombre era gordo, calvo y sin barba y de nuevo mi compañero me ha mirado con cara de preocupación tras zarandearme para hacerme volver en mí. En la ambulancia, con el hombre evolucionando favorablemente otra vez, he pensado que mis temores de ayer se habían cumplido, que me he vuelto a ver despojado de la voluntad en un momento crítico. Además, sea lo que sea lo que me sucede, parece estar complicándose: al intentar recordar a qué hora había llegado a trabajar, dónde había aparcado el coche, qué había desayunado o si había dormido en mi casa, no he sabido responderme, a pesar de llevar la ropa limpia y la cara sin rastro de barba.

Le he contado lo que me está sucediendo a Andrés, mi compañero, y él me ha tomado el pulso, me ha hecho algunas preguntas y me ha recomendado que vaya a ver a un médico amigo suyo. Le he contestado que eso haré, que no creo que sea para tanto y, sin embargo, tengo la sensación de olvidar algo fundamental. Por más que lo intento no consigo recordarlo, pero siento en los huesos que es de tremenda importancia.

Todo el día llevo intentándolo sin conseguirlo. Y no dejo de pensar en la imagen de los dos hombres gordos, calvos y sin barba, tan parecidos, perdiendo sangre sobre el asfalto, con una puñalada en un sitio que, si bien puede complicarse, parece hecha por alguien que no pretendía matarlos, que pretendía concederles el suficiente tiempo para que los sanitarios llegaran a tiempo y pudieran hacer su trabajo, tan encomiable y alabado por todos.

3 comentarios:

david dijo...

Gutten morgen, mein fräulein. Vengo del futuro, invocado por la palabra "blanco", y no para darte la cura del SIDA ni la receta para revocar el cambio climático, sino para, cágate, venderte un puto detergente.

Y a la que estoy, te cuento del cuento.

Me quedo nervioso pensando en barbas. Del primer, hmmm, atendido, no dices nada hasta el segundo, cuando le describes y de paso te despachas la descripción con el cómodo "también" implícito a "de nuevo el hombre era gordo, calvo y sin barba".

Me gusta como funcional, como forma de ahorrarte espacio en el primer párrafo, como recorte extremo. Como todo aficionado a Dexter, me gustan los recortes. Pero me pone nervioso eso de leer la descripicón del primer tipo en pleno esplendor del segundo, sabes, si ya me he formado una imagen de él hace la eternidad de un párrafo tener que ir a borrarla y cambiarla por otra me da pereza y me hace distraerme. Así que pese a lo bueno del corte yo incluiría algo que le describa, al primero. No decir que era gordo, calbo y sin barba, pero sugerirlo.

Y luego, el narrador habla de que está afeitado, que él tampoco tiene barba. ¿A qué tanta mención a la barba, qué manía tiene este hombre con ellas? ¿Es algo que me estoy perdiendo?

Y por último sobre la trama ¿por qué luego los, hmmm, llamémosles atendidos no dicen nada, no cuentan nada? ¿Por qué les pasan esas cosas y luego nadie se entera?

Por lo demás todo muy bello, como es tradición.

Portarosa dijo...

A mí me ha gustado mucho.

Y discrepo con TODAS las críticas de David: los atendidos han cumplido su función, y la barba del protagonista me parece bien traída.

Abrazos.

La independiente dijo...

Por supuesto, yo estoy de acuerdo con el señor de Portorosa y no con David, faltaría más.

Lo de las barbas y los atendidos no tiene más consecuencias. Me planteé contar un cuento inquietante y creo que esa sensación está conseguida.

Lo de calvos y con barba, pues no sé. Igual me imaginé a Peret tirado en el suelo. Es una imagen que mola. Y tengo muchas cosas en contra de las barbas, que lo sepa usted, David. La gente que suele llevarlas me parece desaliñada, cómoda, vaga. :-P

Gracias a ambos,
X.