viernes, agosto 14, 2009
Madrid IV
Las cintas de colores atraviesan las calles y miles de personas beben cerveza y mojitos y combinados y chinos pequeños y también paquistaníes pequeños llevan bolsas con cerveza fría para vender y una luz estroboscópica parpadea en una de las paredes de ladrillo de la Cava Baja mientras un diyei pone música electrónica y mujeres de altos tacones y vestidos de verano caminan entre el gentío ignorando las miradas ansiosas de los hombres. La locura que se ha apoderado de todo el mundo es algo extraño y divertido y desquiciado y castizo, sobre todo castizo, sea lo que sea lo que esa palabra quiere decir. Y recuerdo que le dije a una amiga: en este momento estoy eufórico, el mejor momento de la borrachera y todos sois mis hermanos y no se puede estar mejor y aunque sé que mañana lo lamentaré, en este momento, me importa un carajo, soy feliz, aunque sea una palabra que haya que utilizar con cuidado, en ese momento yo soy alguien contento de estar haciendo lo que está haciendo, alguien que no desea encontrarse en ningún otro lugar. Pero pido otra copa, sabiendo de antemano que el débil equilibrio de neurotransmisores inducido por el alcohol va a desaparecer y que en realidad todo se convertirá en otra cosa de un momento a otro, en un latigazo, en una imagen, en una secuencia orquestada por el Gran Guionista: tú un poco más allá y tú mira a la cámara y tú no eres más que un puto extra y date por satisfecho con los setenta euros que te vamos a pagar por aparecer en la película, idiota, date por satisfecho por compartir plano con gente que realmente es una estrella, no como tú, que eres un idiota y aquí están tus setenta euros y ya te estás largando. Y cuando esa sensación pasa y recojo mi dinero y me voy a casa a dormir el sueño de los extras, yo no me siento en mí, que es una manera de decir que no me siento como debería, o que no encuentro la manera en la que debo sentirme y estoy cansado y hastiado y hasta un poco aburrido, no quiero, no quiero seguir aquí repitiendo estos gestos, estos rituales manidos, estas sonrisas falsas, estas conversaciones sin objeto, todos nosotros pavos reales que mostramos nuestras plumas, todos nosotros preocupados por causar buena impresión a personas que ni siquiera lo merecen y ahora mismo lucharía a brazo partido con mi propia vida para encontrar una salida, para encontrar una salida pequeña, una pequeña puerta, reluciente y semiescondida con un letrero encima y me deslizaría sin avisar a nadie, sin despedirme de nadie y la abriría con expectación y miraría a su interior y alegremente me marcharía a cualquier otro lugar, a una vida diferente, la del asceta, la del que no necesita nada, la del que es capaz de vivir con muy poco dinero, la del que no tiene que dar explicaciones ni tampoco pedir permiso para seguir por su propio camino con un libro bajo el brazo. Por ejemplo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
Muy bueno. Es lo que tiene la verbena de la Paloma, ese festival de copas y churros. Pero resulta que, en vez de en una película, estás metido en una zarzuela techno.
Seguramente vaya esta noche. Si te apetece repetir la experiencia, dame un toque y nos tomamos algo por allí.
Un abrazo.
Si encuentras la puerta... avísa.
:-)
Un bico.
Hola conde,
Gracias por el comentario. Me gusta lo de la zarzuela techno :-P
Hola filla,
Cuando encuentre la puertecita, no pienso avisar a nadie. Ya lo he dejado dicho en el texto. :-)
Besos y abrazos,
X.
Publicar un comentario