jueves, agosto 20, 2009

Intensidad

Sí, el mensaje decía: «Por mí te puedes tomar todo el tiempo del mundo. Literalmente.» Y literalmente, esto es, ateniéndonos al espíritu de la letra, todo el tiempo del mundo es demasiado tiempo para cualquiera, para cualquiera que no sea un dios inmortal, que no era su caso. El caso es que el sentimiento de pérdida que había sentido al leer aquel mensaje había brillado con intensidad por encima de su cabeza, como un bocadillo en un cómic antiguo de superhéroes con una onomatopeya entre líneas quebradas: crac, pow, thumb. Esas cosas.
Llegaba todos los días al trabajo y comprobaba su correo, esperando una catástrofe, o la redención, quién sabe. Se colocaba los auriculares y se ponía música y el iPod seleccionaba aleatoriamente canciones que siempre le recordaban a alguien, otras épocas, otros cuerpos. Se ponía a trabajar en una cosa que no le interesaba mucho pero que, según un extraño sentimiento calvinista de fidelidad al trabajo inculcado por su padre, debía hacer lo mejor que sabía. Agotado, se miraba al espejo y se preguntaba si esto que estaba haciendo tenía algún sentido. Si su vida, al fin y al cabo, lo tenía.
Necesitaba las vacaciones que aún no había organizado, tenía que huir de la ciudad aunque supiera que todo estaría esperándole a su vuelta, igual o peor, quién sabe. Tenía miedo, últimamente tenía miedo del futuro y eso, estaba seguro, marcaba de alguna manera su entrada definitiva en la madurez. En eso consiste ir cumpliendo años, en tener cada vez más miedo. Y en ser cada vez más incapaz de desligarse de los hechos de su pasado, de las personas que formaban parte de él. Sabía que necesitaba un cambio pero no estaba seguro de estar eligiendo las bisagras adecuadas para darle un giro a su vida. Vacaciones, eso es lo que necesita, vacaciones. Seguro que con las vacaciones todo se arreglará, todo se suavizará, el descanso es lo que tiene, que despeja y airea la cabeza, pensaba. Esperaba, más bien.

Menos mal que todo esto son imaginaciones, ficciones, recreaciones. Menos mal que el tipo del que se habla en tercera persona es solo un personaje salido de la cabeza de alguien. Al final, eso lo arregla todo casi siempre. La ficción, quiero decir. La ficción lo arregla todo casi siempre.

4 comentarios:

Divina nena dijo...

Me gusta el texto y la reflexión.La ficción lo arregla todo. ¿Qué sería de nosotros sino pensasemos en tercera persona, sino imaginasemos que todo se arreglará cuando "vuelva de vacaciones" "cuando me mude" "cuando..."? Como si hubiese algo que arreglar, que la vida no es un jarrón al que se le pone pegamento y se arregla, aunque si tiene grietitas como el.
Besos Sr.X

La donna è mobile dijo...

A mí siempre me ha gustado una frase de C. Deneuve, que venía más o menos a decir que los enamoramientos, o los flirteos, son como las pastillas: nadie puede predecir sus efectos secundarios.

:-)

Recomiendo lavado de estómago, vaciado de bandeja de entrada y una muy rigurosa puesta de limpio. Después calle. Y mucho aire.

NáN dijo...

El mensaje que recibió mata a cualquiera. Es la forma más elegante que he visto de decir "que te den por culo" (en una pareja no gay, se sobrentiende).

Pero se equivoca el personaje al decir que cuantos más años más miedo. Llega una etapa en la que el miedo desaparece y vivir lo que hay, al tener conciencia de que queda poco, se convierte en una alegría despreocupada.

Como dijo Gil de Biedma, en la vida solo merece la pena la infancia, la juventud y la vejez.

Buen texto, compañero.

La independiente dijo...

Gracias a los tres,
Divina, sí, la vida no es un jarrón que se pueda arreglar, llevas razón.

Donna,
¡Cuánto tiempo! Qué alegría verte por aquí. También de acuerdo, quién sabe los efectos secundarios de las relaciones.

Nan,
Gracias caballero. Usted es un ejemplo de que lo que digo en el texto no tiene por qué ser cierto necesariamente.

Besos y abrazos,
X.