Con el estómago lleno de pastillas. Esa es la muerte que prefiere. No quiere morir bajo las balas de un loco que lea "El guardian entre el centeno" ni en un accidente de avión, junto con Richie Valens (aka Ricardo Valenzuela), compositor de "La Bamba". No. Mejor las pastillas. Mejor tomar ansiolíticos, calmantes, tranquilizantes, mejor ingerir grageas de colores brillantes, una tras otra. Hecho con cierto sentido estético, este último acto podría incluso fundar una costumbre perdurable: tomar cinco pastillas azules, diez rosas y veinte verdes. El suicidio pop.
Yacer desmadejado en el suelo, obligar a los médicos que descubran el cuerpo a ocultar los detalles demasiado morbosos: nada de El Rey de Rock ha muerto de una sobredosis de barbitúricos mientras leía una revista pornográfica en su baño preferido; nada de El Rey del Pop estaba calvo, en los huesos y en el momento de su muerte no llevaba la peluca puesta. Nada de eso. Morir bajo los efectos de los barbitúricos. Que no es igual a morir drogado. Pastillas con receta médica, una muerte en azul, rosa y verde. La combinación pop-rock.
Y vivir en un parque temático y tener una fuente de pepsi cola, un traje de lentejuelas y una colección de pelucas.
Y una sonrisa que es una mueca que es un tajo en la cara que es una línea recta como en un personaje de South Park.
Y una casa que es un museo que es un parque temático que es un horror estético que es un mausoleo.
Un mausoleo de color pastel: azul, rosa y verde.
2 comentarios:
Magnífico, este post.
Tómense una por mí en lo del Bremen, hagan el favor.
Gracias microalgo,
Y claro que nos tomaremos una por usted. Y otra por Jacko. Y otra por el Rey. Seguro...
Abrazotes,
X.
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