A la hora del almuerzo decidió comprar un bocadillo de una de las tiendas de alrededor de la oficina y disfrutar del buen tiempo comiéndoselo en el banco de un jardín. Caminó unos quince minutos para despejarse y se sentó en una pequeña plaza que ya había utilizado otras veces. El bocadillo era de atún y tenía mayonesa, lechuga y tomate, con pan inglés. A su mujer no le gustaba el atún, decía que le parecía un pescado demasiado grasiento, demasiado sabroso. Él opinaba que su mujer decía eso porque no le gustaba realmente el pescado, que lo comía porque sabía que era muy bueno para la salud y nada más. Nunca comía grasas ni tomaba pasteles, ni pan, ni fritos, ni comía entre horas y siempre estaba intentando convencerle de que hiciera deporte, de que fuera con ella al gimnasio. Sabía que, en este momento, ella estaría saltándose la comida para poder ir a la sesión de aerobic de Pali, su monitor preferido. Lo hacía de forma religiosa todos los miércoles y viernes. El resto de días iba al gimnasio cuando salía de la oficina. Por eso llegaba tarde a casa y solo tenían un rato para charlar después de que ella cenara. Los lunes, martes y jueves solía quedar con las amigas de un trabajo anterior para comer y tomar un café. Los fines de semana se quedaban en casa, excepto aquellos en los que su mujer tenía que ir de viaje a alguna ciudad europea por cuestiones de trabajo. Él se apuntaba a veces aunque los compañeros de trabajo de ella no le cayeran demasiado bien.
Miró durante un rato a un gorrión que se buscaba la vida por allí. El pájaro había levantado una manzana y se estaba comiendo tranquilamente las hormigas que había debajo. Sonrió. Le pareció un signo de inteligencia que el pájaro supiera que debajo de las manzanas siempre hay hormigas que se están alimentando de ella. Dio otro mordisco al bocadillo y bebió un trago de cocacola. Recordó el tiempo en el que a él le molestaba pasar tan poco tiempo con su mujer. Habían discutido algunas veces por eso pero eran cuestiones de trabajo y poco se podía hacer ante ellas. Así eran las cosas. Y la verdad es ahora creía que era mejor no verse demasiado, que las parejas que duran más tiempo, por desesperanzador que suene, suelen ser aquellas que pasan menos tiempo juntas, las que aprenden a dejarse espacio. Así habían conseguido casi trece años de felicidad conyugal.
Volvió a la oficina y se sentó de nuevo ante el ordenador. Después de veinte minutos, el procesador de textos dejó de funcionar. Tras maldecir por no haber guardado el archivo en el que estaba trabajando, comprobó el alcance del desastre y vio que no había sido para tanto. Sus últimos quince minutos de escritura, sin embargo, se habían volatilizado. Solo eran información perdida en la memoria que el ordenador ya no identificaba como texto. Tendría que volver a hacerlo, ahora que el informe sobre un nuevo servicio de la competencia ya estaba casi terminado. Pulsó el botón izquierdo del ratón y lo dejó pulsado, con el cursor apoyado sobre la flechita de abajo de la barra de desplazamiento. Zuuuuuuuum.
Cuando llegó al final, se encontró con cuatro palabras que no estaban ahí antes, cuatro palabras que tal vez fueran restos de un archivo anterior o de un correo. No recordaba haberlas leído últimamente. Seguramente serían parte de alguno de esos correos con chorradas divertidas que todo el mundo recibe. Los ordenadores a veces tienen comportamientos que parecen extraños pero que son solo azarosos. Probablemente, el procesador, al intentar recuperar la mayor cantidad posible de información de la memoria, había acabado por identificarlas como parte del archivo en el que trabajaba. Aunque no fuera así. De todos los símbolos extraños que podía haber encontrado al final del texto, había ido a encontrar precisamente aquellas palabras. Las palabras decían “Tu mujer te engaña”.
Empezó a notar como la rabia le subía por la garganta desde la boca del estómago, algo viscoso y lento que se acumulaba en los ojos en forma de lágrimas. Subía y subía inundando poco a poco su esófago, su tráquea, su boca y su cabeza. Cuando el sabor metálico en su boca le descubrió que se había mordido la lengua hasta provocarse una herida sangrante, agarró el monitor y lo tiró con fuerza contra la ventana. La ventaba se resquebrajó pero no llegó romperse. Entonces, dejó la oficina dando un portazo.
7 comentarios:
Hola de nuevo..
¿Él no se había dado cuenta?
Me alegra que haya decidido seguir...
Veo que la inspiración ha vuelto. ;)
Como decía Picasso: que las musas te pillen trabajando.
Si tienes tiempo y ganas echale un vistazo a los cuentos de esta página, creo que te gustarán.
http://extremofilos.blogspot.com/
bss
Hola luna,
No, él no se había dado cuenta hasta que lo lee por casualidad. Gracias por los ánimos.
ETDN,
Gracias. Al final sí que tuve una idea. :-D
Besos,
X.
Qué bien, me ha gustado mucho.
Pero saber que su mujer no podía sentarse en un banco con un bocata a mirar a un gorrión comiendo debería consolarle. Es más, seguro que ya está empezando a consolarse, a darse cuenta :)
Un abrazo, X.
Por lo visto ha regresado el Sr.X con sus fragmentos intensos, rítmicos, rápidos…me ha gusto mucho.
Al final todos seguimos unos u otros patrones de conducta ya escritos hace años mil, algunos se desarrollan de manera diferente por la sociedad en que vivamos en ese momento, pero el patrón base es el mismo. Y mira este tipo que me suena familiar, pues ¿quien no tiene un compañero en la oficina que disfruta de su bocata de atún en la soledad de la hora de comida?, y nos alegramos porque por fin estalla, porque tras un mínimo período de impotencia y rabia vendrá la revelación ¿por qué seguir casado cuando piensas que el éxito de tu matrimonio radica en la falta de comunicación, en no compartir? Esto no es más que una manera limitada de vivir, con obstáculos como la educación recibida que nos hace creer que es lo normal y por tanto somos felices.
Me alegro de volver a leerle Sr. X
Hay que comprender que algunos monitores tiene un nosequé que nos hacen perder el sentido...
Saludos
Hola Porto,
Gracias por el comentario. Supongo que sí, que ya estará comenzando a alegrarse.
Divina,
Gracias por el comentario. Ha costado pero por fin se me ocurrió algo que publicar. :-D
Luna,
Pali es mucho Pali. Eso seguro. Aunque no creo sugerir en ningún sitio que sea él el que está liado con su mujer, ¿no? ¿Da esa impresión?
Besos y abrazos,
X.
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