lunes, septiembre 22, 2008

Liturgia

Parece que, para subir la escalera, esté siguiendo las instrucciones escritas por Cortázar años atrás. De tan minuciosos pasos como da. Cuando termina de hacerlo, consagra una hostia ante la mirada de los fieles, parte del acompañamiento a un pobre viejito muerto y vestido de domingo, maquillado como un presentador de televisión. El cura, con su sotana y su casulla, con sus latines y su mirada apacible encima del estrado, ofrece algún tipo de consuelo a todos los que lloran en aquella iglesia, desconsolados no por ir a echar de menos al viejito, que además de viejito estaba enfermo y que se fue sin hacer ruido y sin sufrimiento, sino por ellos mismos. Por contemplar el cadáver que todos seremos, encofrado entre seda y terciopelo, con maquillaje bajo las bolsas negras de los ojos y bacterias bajo la piel.

El detalle con el que ejecuta el cura todos los movimientos, aprendidos tantos años atrás, pretende dotarlos de un significado profundo, como si la ejecución lenta y correcta de cada gesto tuviera una importancia esencial. Qué representación, qué dominio de la entrada y de la salida del mundo que tienen los curas católicos, qué fuerza tiene el ritual y las lágrimas y el incienso. En ese momento, dejo de ser un adulto que desprecia la carga de culpa que tiene nacer en esta religión y me convierto en alguien que solo observa con atención. Y la verdad es que el efecto está muy conseguido. Durante dos mil años, el ritual se ha ido decantando, depurándose de lo accesorio. La escenografía y la puesta en escena son impresionantes. Largas ventanas cubiertas de vidrieras permiten que el sol de la mañana bañe la nave de esa iglesia tan antigua, escenario privilegiado del simulacro.

Cuando recupero de nuevo la mirada del hombre que soy, Galileo me sonríe y recuerdo aquello de Eppur, si muove. Y muchas otras cosas. Y me voy de la iglesia a tomar un vino en el bar más cercano, que está, como siempre ocurre en estos casos, justo enfrente de la puerta principal. Y entonces veo como el camarero llena el catavinos de líquido, un fino turbio, y levanto mi copa y la giro suavamente agarrándola de la base con dos dedos. Y entonces digo "Salud". Y noto el sabor amargo y seco y más tarde el calor en el esófago y en el estómago. Y recuerdo aquellos versos de Marzal que decían:

"Cuatro gotas de aceite
sobre un trozo eremita de pan blanco

(...)

El hecho de verter las cuatro gotas,
cuatro lágrimas densas de oro humilde,
sobre las migas cándidas, supone
un acto elemental
contra la ruina
una rúbrica más
contra la muerte."

Y pienso entonces que vivir es nuestra obligación. Y que todos nosotros gustamos de alguna clase de liturgia. Y que, gracias a Dios, en la mía no huele a incienso, ni a polvo, ni a muerto.

6 comentarios:

Portarosa dijo...

Insisto: compruebo con sorpresa y agrado que Peter Parker está rebelándose contra su papel de segundón.

Qué marketing el de la Iglesia (Católica sobre todo), ¿verdad? Lo comentaba el otro día: no hay nada, ninguna institución, ninguna organización humana, que se le pueda comparar (ni en los resultados ni en los esfuerzos dedicados, claro) en extensión, integración y efectos especiales publicitarios.

Tú sigues con tu pan blanco :)

Un abrazo.

La independiente dijo...

Pues no sé, Porto, no sé si llevas razón. Este entierro también es ficción aunque el narrador se parezca más a mí. :-D

Pero ya sé que te gusta que Peter Parker se rebele :-)

Y sí, la Iglesia Católica lleva mandando dos mil años y eso querrá decir algo, digo yo.

Un abrazo,
X.

PD: Siempre pan blanco, siempre...

Anónimo dijo...

Querido internauta:

Como representante de nuestra querídisima y amada Iglesia, le ruego medite sus elocuentes palabras. Estamos seguros que así será y volverá al camino que perdió quizá durante su adolescencia.
Con todo nuestro amor
El Arzobispado de la Diócesis de Plasencia

ETDN dijo...

Me gusta mucho el párrafo final. Literariamente y por lo demás también.

Hay liturgias íntimas, secretas, que no compartimos con nadie que revelan nuestro yo más auténtico. Y hay otras para compartir.

bss

Anónimo dijo...

Lo del anónimo es una coña de alguien que conoces ¿¿no Xavie??

Porque de lo contrario me parece brutal:

a) Que el representante de la diócesis de Plasencia firme como anónimo

b) Que use los términos "queridísima y amada" como si fuese el guiñol de Gallardón

c) Que considere estas palabras elocuentes porque eso significa que cree que podrían hacer cambiar de opinió a los fieles (la fe mueve montañas pero el pan con aceite mucho más visto lo visto):

1. f. Facultad de hablar o escribir de modo eficaz para deleitar, conmover o persuadir.

2. f. Eficacia para persuadir o conmover que tienen las palabras, los gestos o ademanes y cualquier otra acción o cosa capaz de dar a entender algo con viveza. La elocuencia de los hechos, de las cifras.

d) Que elucubre sobre el momento en que Spiderman perdió el camino de la fe sin saber ni la edad ni ningún otro dato del personaje.

Pero oye, me estoy riendo mucho, desde la irreverencia que me da el ateismo. Y me pregunto qué podría hacer el arzobispado de Plasencia para ayudarme...

La independiente dijo...

Gracias ETDN por el comentario. Quería escribir algo optimista y me he inventado lo del entierro. No sé si lo he conseguido.

Querido anónimo,
Veo por su firma que está usted preocupado por mi falta de fe. Le agradezco profundamente su actitud pero le aviso de que la casilla en la declaración de la renta ya está marcada este año. Me consta que son ustedes muy religiosos en Plasencia y me admira su perspicacia para saber que la fe la perdí en aquellos tiempos tan lejanos.

Vega,
Ni caso al anónimo que a este lo tengo ya calao y ya sé de qué va. Y sí, conoce a Peter Parker, témome. :-D

Besos y abrazos y para el del Arzobispado una ligera genuflexión.

X.