Soy la llaga de Kafka. Concretamente, la llaga de su oreja derecha. Soy el resultado de años de colocar las gafas con patillas de acero justo en el mismo lugar: sobre mí.
A veces alguna mujer me ha besado. A veces he notado la humedad de una boca próxima. No muchas veces, eso es cierto, pero sí de vez en cuando. Hasta él, con toda esa misantropía que tenía, tuvo a alguien que lo acompañó a la hora de morir. Hasta él tuvo cuatro mujeres en su vida, cuatro mujeres que le tomaron la mano y a quienes no les importó el tamaño de sus orejas ni su cara de infelicidad.
Generalmente, estoy bastante reseca debido a su costumbre de frotarme mientras piensa en el mejor modo de acabar un frase pero no me importa porque esa manía me hace sentirme un poco responsable de su obra. De algún modo, puedo considerarme una ayuda para su inspiración. Me acaricia suavemente en círculos una y otra vez y, a continuación escribe. Creo que, de un forma inconsciente, si no estuviera ahí me echaría de menos.
Me hubiera gustado ser una de las llagas de Cristo o, al menos, la llaga purulenta de algún mártir que hubiera sufrido alguna tortura imaginativa pero me he tenido que conformar con esto. Yo creo que no está mal. A mí El proceso me gusta bastante.
6 comentarios:
Excelente.
Un poco de coña: ¿cuál será la reflexión de una almorrana, digamos por ejemplo la de Einstein, sufriente confeso?
Gracias, rythmduel
Qué tal algo como: "Aquel refrán que decía más vale ser cabeza de ratón que cola de león tenía pero que mucha razón..."
:-D
Un abrazo,
:D
Porto,
¿Te ha divertido el comentario o te ha divertido el post?
Un abrazo,
(Ay, perdone usted)
El post, el post.
No.
No lo perdono. Ahora mismo se va usted a la pizarra a escribir cien veces: "No voy a utilizar expresiones anfibológicas". :-P
Abrazo,
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