lunes, septiembre 17, 2007

Barbate

La madera cruje, acongojada por la fuerza del mar, como tantas otras veces. El barco se hunde y, aunque es pequeño, forma remolinos alrededor que empiezan a arrastrar a algunos marineros y de los que no es posible escapar. Ocho pescadores luchan. Los compañeros gritan e intentan salvarlos. Casi ninguno de los hombres sabe nadar. No lo necesitan. Cuando el mar decide llevarte con él, no sirve de nada oponerse, más vale morir en paz dejando que los pulmones se llenen dulcemente de agua, mirando los extraños efectos que provocan los rayos de luz debajo de la superficie.

El mar sólo devuelve a tres. La tierra los acogerá. El resto sigue en el fondo mirándolo todo con los ojos muy abiertos. Sus familias piden a Dios y a los hombres que se recuperen los cuerpos porque no es allí donde deben estar. Los cuerpos deben descansar al fin en tierra firme. Es lo justo. Es el trato secular. Así debe ser.

Las lágrimas de los familiares son las mismas que aparecen una y otra vez desde el principio de los tiempos en los ojos de los vivos. Las lágrimas de los familiares son tan antiguas que apenas tienen sal, tantas veces como han salido de los ojos que se han quedado en la orilla esperando el regreso.

11 comentarios:

Sebastián Puig dijo...

Magnífico y sentido epitafio, querido amigo.

La independiente dijo...

Gracias, rythmduel
La imagen de una señora llorando porque es la mujer de un pescador es algo tan viejo como el Mediterráneo.

Un saludo,

Portarosa dijo...

Esperando de pie en el muelle, o en un alto de la costa, a menudo con algún niño de la mano, mirando el mar a ver si vuelven todos. Es algo viejo y algo terrible.

Un abrazo.

La independiente dijo...

Sí,
Hay que joderse... Tú que has nacido al lado del mar debes saberlo mejor que nadie.

Un abrazo,

conde-duque dijo...

Preciosa imagen/reflexión, y muy muy emotiva.
Xavie nunca falla...

La independiente dijo...

Gracias conde,
Ha estado tanto tiempo la noticia en la televisión que me apeteció escribir el texto.

Un saludo

Anónimo dijo...

Nadie merece quedar resigándose en la orilla de un puerto, esperando un ataúd vestido de algas. La muerte puede estar escondida en cualquier sitio. Vivimos para morir. Gracias amigo. (Yo fui un superviviente hace unos cinco años de otro naufragio cerca de Chipiona)

La independiente dijo...

De nada, anomia
Me gusta mucho saber que alguien que lo ha sufrido encuentra consolador el texto.

Un saludo,

Portarosa dijo...

(Oye, qué)

La independiente dijo...

¿Cómo? ¿Disculpe?

Portarosa dijo...

(Pues eso, que 11 días...)