domingo, diciembre 10, 2006

Necrológica III. Chile (por fin)

El dictador chileno, Augusto Pinochet, ha muerto. Fue responsable de la desaparición de 30.000 de sus compatriotas (arrojados al mar vivos y bendecidos, torturados hasta la muerte, fusilados) y también de la operación Cóndor, la siniestra alianza entre dictaduras latinoamericanas, por lo que en Chile se ha abierto una nueva sima, que conduce directamente al infierno y que está empedrada de cráneos.

No sé si alegrarse de la muerte de un hijo de puta me convierte en alguien sin corazón. Pero me alegro y me da igual. Un hijo de puta menos en el mundo.

Ahora, señora enlutada, a por los demás. No será por falta de trabajo, no.

4 comentarios:

neoGurb dijo...

Más debería haber vivido. Lo suficiente para que un juez pudiera decirle, y que constase, lo que todos pensamos: Que además de un hijo de puta desalmado, era un asesino probado y condenado.

Es una pena, pero sólo en ese sentido. Bien muerto esté.

Portarosa dijo...

Tal vez la muerte le haya evitado una humillación; y a sus numerosos seguidores. Y en ese sentido sí es una pena que ho haya dado tiempo.

Pero sólo en ese sentido, supongo.

Un abrazo

La independiente dijo...

Es cierto que habría sido más justo que no se hubiera muerto hasta su condena. Sin embargo, viendo a sus partidarios llorar desconsolados a la puerta del hospital no sé si en Chile se daban las condiciones para eso.

En fin, bien muerto está. Que se pudra.

Un saludo,

Anónimo dijo...

Eso, eso. A ver la señora de negro, que la veo yo un tantín despistada en los últimos tiempos. Parece que ayer despertó de su letargo y empezó a trabajar en el buen camino.

Sabes lo que te digo: que un problema menos. Bien muerto esté. Gente como ese impresentable no la queremos aquí, vamo, en el mundo (lástima, eso sí, lo de la justicia).

Beso. C.