lunes, octubre 14, 2013

Paranoia II

Como Philip K. Dick yo también creo que la paranoia es una herramienta válida para analizar el mundo. ¿Por qué hemos aceptado acríticamente la invasión de la tecnología? ¿Por qué hemos claudicado mansamente a la conversación constante que todo lo vacía de significado? Solo cinco años. Es sorprendente la naturalidad con la que hemos aceptado el juego. Ha cambiado la aceleración del mundo, no su velocidad. Cinco años atrás y nadie tenía un smartphone en el bolsillo que te permitiera estar conectado permanentemente a la red y ser un nuevo eslabón en la cadena de transmisión de esta gigantesca cacofonía constante. Diez años y las conexiones a internet eran algo que servía para buscar viajes más baratos. Quince años y solo los especialistas en tecnología sabían de qué iba: los tres raritos que salían en Expediente X. Hace 24 años que cayó el muro de Berlín. Cinco años, ya digo.

Paranoia, sí, pero no en el sentido de la existencia de una organización secreta que dirigiera los destinos del mundo en la sombra, no. Eso sería lo fácil. Eso es lo piensan aquellos a los que la complejidad del mundo les parece indigerible: es más fácil así; pensar que unos cuantos dirigen los destinos de todos, creerse sabio por haberlos identificado, aunque te tomen por loco. El protocolo de los sabios de Sión. Los francmasones. Sí, vosotros pensáis que yo estoy loco, pero yo sé que ellos se reúnen cada seis meses en el metro de París (¿qué necesidad había de un metro en el siglo XIX, cuando no había apenas tráfico rodado?, ¿qué necesidad de construir un tren subterráneo en aquella época? ¡Eh, contestadme a eso!) y allí, en una sala secreta, justo debajo de la catedral de Notre Dame, entre incienso y música de órgano, revisan los objetivos. Y siempre piensan a largo plazo. El surgimiento y la caída del comunismo estuvieron previstos desde el principio. Ahora Siria. Allí hay documentos en arameo que pueden cambiar el destino de la humanidad. O la otra versión. Doce personas con trajes a medida contemplan el skyline de Shanghái, toman whisky de malta envejecido en Escocia antes de la Revolución Francesa y miran pantallas con información que solo está a su alcance, envían mensajes a sus agentes, hacen inversiones, compran y venden, empiezan unas guerras y acaban con otras (los presidentes de los gobiernos reciben puntualmente sus llamadas con instrucciones), sin perder nunca de vista el objetivo final de su organización: una invasión extraterrestre o la construcción de una base en la cara oculta de la luna en la que poder esconderse para siempre, ajenos al hambre, la miseria y la superpoblación (eso es lo que pretenden, salvarse de la destrucción de los recursos del planeta, creando su propio mundo a medida. Nos necesitan para que seamos sus esclavos).

No, no esta clase de paranoia. El pobre Philip creía estar en contacto con una identidad divina que se comunicaba con él o ser un cristiano primitivo perseguido en la Roma imperial pero el pobre Philip consumió muchas drogas y, bueno, ¿quién no ha creído alguna vez ser un cristiano perseguido por un emperador? Solo fue un brote psicótico, podemos decir, era un pobre enfermo, podemos decir, fue el típico producto de su época, demasiada autoexperimentación cerebral en los años setenta, demasiados viajes de ácido, lo que sea, podemos decir. Todo eso es cierto pero el argumento sigue siendo válido: la paranoia es una buena herramienta de análisis.

¿Por qué pedimos créditos para comprar teléfonos móviles que nos permiten estar conectados permanentemente a una red repleta de productos que no necesitamos, de mensajes estúpidos que no necesitamos, de periódicos que solo nos ofrecen las noticias que no afectan a sus grupos propietarios? ¿Por qué hemos corrido mansamente a hacer cola ante la tienda de Apple cada vez que esa empresa decide sacar un nuevo aparatito? ¿Por qué hemos permitido que los fabricantes de los aparatitos y los que nos ofrecen la conexión a internet se queden con todo? ¿Por qué no nos extraña que Miley Cyrus sea trending topic por sacar la lengua y hacer gestos obscenos en un escenario? ¿Por qué?

Prefiero no decir nada. Por si están escuchando.

4 comentarios:

Portarosa dijo...

Es que no hay quien sepa qué decir. O, si se la imagina, que sea capaz de aceptar la respuesta.

Un abrazo.

Portarosa dijo...

¿Conoces la serie Utopía? Además de dejarte un mal cuerpo de la leche, es de lo más conspiranoica, y me ha recordado a parte de tu post.

Un abrazo.

Xavie dijo...

Sí, la vi de un tirón. Es cojonuda, como casi todas las series ingles últimamente...

Abrazote.
J.

NáN dijo...

Caballero. Llevo un año blasfemando en arameo (idioma que desconocía y no he estudiado), así que mi Diagnosis es:

Hemos entrado en una fase de compactación de un bucle espacio-temporal.