lunes, diciembre 15, 2008

Jersey

Todo el mundo piensa que el diablo es un hombre con clase. Un hombre vestido de negro, elegante de maneras, con un brillo de inteligencia y maldad en los ojos, que promete cosas muy tentadoras, muy precisas, capaces de convencernos de abandonar el camino recto, de vender nuestra alma. Pero no es así. El diablo es un idiota y un gañán. El aliento le huele a cebolla y lleva la barba mal cuidada y la ropa raída. Sus propuestas son poco imaginativas, son propuestas de mesa camilla, olor a repollo y jersey tricotado por la tía solterona del pueblo en días que se suceden mientras las fotografías se van volviendo cada vez más blanquecinas con el paso del tiempo. El diablo es el más grande perdedor, el eterno segundón, el caído, el equivocado, el que se levantó frente a Dios con soberbia y se opuso a la eterna tiranía del que todo lo ve, todo lo sabe, todo lo apunta, todo lo recuerda. Y sin embargo, cómo lo entendemos. Entendemos su arrogancia, su envidia, su odio. Su búsqueda constante, utilizando medios humanos, tretas y artimañas. Su interés de científico en la maldad. Sus pequeños triunfos, siempre empañados por la omnipotencia de Jehová. Cómo lo comprendemos, cómo lo envidiamos secretamente por ser capaz de desembarazarse de las prescripciones morales que nos acompañan a todos, que nos han moldeado desde pequeños. Lo admiramos por su libertad, por su desobediencia, por su resistencia. Y Él nos mira con tristeza mientras arranca un bolita de lana del jersey gastado con el que siempre viste y nos promete fama y dinero en el pueblo. Y cuándo le pregunto por qué se me aparece de esa guisa, Él sonríe y me dice que hace mucho tiempo que se ha desprendido del amor a las cosas materiales, que no necesita dinero para ser feliz. Entonces le pido exactamente lo mismo que ha conseguido él, le digo que no deseo fama ni dinero, que lo que quiero es la sabiduría, que eso lo es todo. Y entonces me dice que eso es imposible y corre a buscar otra alma dispuesta a dejarse engañar por las apariencias.

5 comentarios:

Luna dijo...

Hola...
Los demonios elegantes y desaliñados están dentro de nosotros mismos;
El día 31 de diciembre de 2005, se fue definitivamente un amigo muy querido y cátedro de filosofía en la Complu. Tuvo largo tiempo para dejarnos a los amigos más cercano una idea de la vida. Extraigo dos pequeños fragmentos.
" En Filosofía, lo que de verdad se enseña es amor a la sabiduría, deseo de verdad, es decir, la filosofía misma. Lo demás son instrumentos, cajas de herramientas.

" En la hora de la verdad hay que juzgar no sólo el respecto al saber y el saber, sino también respecto a la felicidad. ¿Qué gozos he hecho posible? ¿ Cuantos he abandonado?
¿Qué es la vida si no la sabemos bailar?"

Saludos

La independiente dijo...

Hola Luna,
Pues creo que tu amigo había entendido bastante bien de qué va esto... Es una opinión, claro.

Me encanta eso de: ¿qué es la vida si no la sabemos bailar?

Un saludo,
X.

Luna dijo...

Creemos que había llegado al Conocimiento Pleno.
La frase es preciosa y nos la decía cuando nos veía un poco tristes.
No te imaginas cuantas veces me la he dicho en este año de cuatro inviernos.
Pensaba que si lo decía un amigo que sabía su fecha de caducidad, tenía sus motivos cuando nos animaba a bailarla.

Un abrazo esta vez ¿vale?

La independiente dijo...

Un abrazo, Luna.
Gracias por compartirlo conmigo.

X.

Divina nena dijo...

Definitivamente soy discipula del diablo,si ese Sr. tan desafiante de lo correcto y lo moral es capaz incluso de ser como es con el jersey de bolitas, yo me confieso su más fiel seguidora. Me ha gustado esta breve entrada sobre el Sr. de las tinieblas y la importancia de llevar jersey sin brillito (esto del brillito es algo muy de mi tierra, sorry)
Ah Luna, a mi también me encanta lo de saber bailar la vida, me lo aplicaré, a mi que tanto me gusta bailar...

Besos Sr. X