Una de las cosas que más preocupa a los escritores (a los verdaderos escritores, quiero decir, no a los blogueros, ni a los cronistas sobrevenidos, ni tampoco, como es mi caso, a los aspirantes a tertulianos [porque yo siempre quise ser tertuliano, siempre aspiré a opinar de todo con seguridad y a ganarme la vida con ello, ya ven ustedes que siempre fui charlatán y que, habiéndolo comprobado casi desde la cuna, decidí potenciarlo por ver si el éxito acababa por rendirse, agotado por la insistencia de mi inacabable verborrea que todo lo cubre de vanas palabras]), una de las cosas que más preocupa a los escritores, iba diciendo (antes de que la digresión se moviera independiente de mi voluntad y creciera y creciera hasta llenar varias líneas entre paréntesis dobles) es el legado. Lo he leído por ahí, el legado, que creo que es la obra de toda una vida y eso.
Es decir, los escritores se preocupan de cómo recordarán los hombres su obra, cómo la entenderán los lectores dentro de cien años, cuando el mundo esté ahogado por el derretimiento de los polos (Ballard dixit) o sediento por la falta de lluvia (Ballard dixit), qué sentimientos provocará esa obra, qué lugar ocupará el escritor en el canon occidental, qué perdurará de todo el tiempo empleado frente al papel en blanco y demás.
Y sin embargo, la transmisión cultural está regida, como todo, por las inabarcables leyes del azar y la indeterminación, y no sabemos realmente si las obras de Sócrates que Platón olvidó no eran más importantes que las que transcribió, no sabemos por qué sólo han perdurado en España dos cantares de gesta (cantar de gesta arriba o abajo) cuando en Francia se conservan centenares de la misma época y desconocemos la importancia de las obras escritas en mozárabe aljamiado que están en la Biblioteca de Tombuctú y que salieron de Toledo a finales del siglo XV. Por ejemplo.
Así que, en puridad (no sé por qué esta expresión siempre me recuerda una conocida marca de alimento para mascotas o de abono o algo así), no es posible conocer qué lugar ocupará la obra de alguien dentro de algún tiempo. De hecho, en puridad, no es posible conocer siquiera si ese escritor será una nota al pie en la historia de la literatura (una nota al pie muy técnica y muy rebuscada que sólo un estudiante de doctorado rescataría para tratar de impresionar al tribunal [¡¡iluso!!]), si será aún leído, o, más que probablemente, si el olvido lo habrá cubierto de su manto de invisibilidad. Y si no, piensen que el teatro más visto en el siglo XVIII en España era el teatro de magia (análogo a las películas de efectos especiales del Hollywood de hoy) y que a Jovellanos no iban a verlo más que los amigos y poco más.
Porque la humanidad, a pesar de toda la información registrada, a pesar de la manía actual por dejar constancia de cualquier nimiedad, a pesar de la información magnética y óptica y Google, y las cámaras digitales y los blogs y Facebook y los grupos de personas empeñados en hacerse fotos constantemente y las granjas de servidores alineados en California que se suponen son nuestra memoria cultural, la humanidad siempre ha hecho lo mismo: olvidarse. Se olvidó de cómo se leían los jeroglíficos, se olvidó de cómo se interpretaba la escritura cuneiforme, se olvidó de llamar a los bomberos cuando aquello de la biblioteca de Alejandría, se olvidó de traducir del árabe gran parte de la cultura antigua del mundo occidental, se olvidó de cómo leer los manuscritos de la Edad Media, se olvidó… Hasta se hubiera olvidado de Kafka si no hubiera sido por Max Brod, el amigo que no le hizo caso cuando le pidió que quemara sus manuscritos y que ordenó y corrigió y decidió la imagen que tendríamos para siempre de él.
Lo que quiero decir, la verdad, es que todo lo escrito, todo lo impreso, todos los libros que alguna vez han sido tienen una importancia directamente proporcional al tiempo que han sobrevivido desde que fueron escritos y que eso depende, en gran medida, del azar. Así que tampoco sabemos si, gracias a la conservación milagrosa del manuscrito en algún disco óptico, dentro de dos siglos el escritor más importante y que representará como nadie la literatura de inicios del siglo XXI no acabará siendo, es un decir, John Grisham (que Dios lo tenga en su gloria).
En resumen que a todo, absolutamente a todo, lo cubre el tiempo de polvo y ceniza y que, tras unos siglos, lo que brilla a lo lejos como una estrella en el paisaje gris a veces es un brillante y a veces el cristal de una botella de Coca-Cola.
Y que todo esto no es más que una demostración de conocimiento inútil que espero me sirva para encontrar trabajo de tertuliano. ¿Hay alguien ahí? ¿Alguien quiere que le envíe el C.V.?
10 comentarios:
Yo te contrato: de tertuliano, de escribidor, de digresista...
Creo que en este texto has condensado -¿y consagrado definitivamente?- a XAVIE, ese Peter Parker de la sombra de un poeta. Muy bien, chaval (que diría Porto).
Quizás a partir de ahora tendrás que ser otro, y cambiar de nombre... O no.
"el legado de XAVIE" (pretendía decir... antes de que se me olvidara)
Pues hablemos de la nómina entonces... :-P
No sé si consagrar es un buen verbo. Ten en cuenta que, hoy en día, en estos tiempos en los que nadie quiere ser mayor, aún soy una joven promesa :-)
Pero muchas gracias por tu comentario. Y muchas gracias por eso de "ese Peter Parker a la sombra de un poeta".
Y no, para qué ser otro. Si ya lo has dicho tú: Xavie es sólo la identidad secreta de alguien con ínfulas. Nada más. Xavie puede convertirse en cualquier cosa, puede adoptar cualquier punto de vista, puede contar cualquier historia en primera persona porque Xavie (pobre iluso) en realidad no existe. Es sólo una corriente de melancolía... (el alma del poeta pugnando por salir ;-).
Que eso, que gracias.
Y pronto más cuentos. En su quiosco habitual. Ya saben: literatura "pulp" :-D
No vayamos a ponernos demasiado pedantes.
Un abrazo,
X.
!Paparruchas!
No finja Sr.Xavie, en el fondo usted y yo sabemos que es su ego quien mueve los hilos de sus actos.
Estimado anónimo (siempre he querido empezar así una carta, la verdad, como dirigiéndome a la Humanidad [observen la mayúscula] en conjunto): (por cierto, según me dijeron, la coma tras el encabezamiento es una costumbre importada de los franceses)
Claro que es el ego, en el fondo y en la forma... Por supuesto que todo gira alrededor de mí. Y de mi vanidad.
Faltaría más.
Hasta ahí podíamos llegar. :-)
X.
la verdad es que no es mal curro ese de tertuliano. Juntarte con unos colegas y hablar lo que quieras sobre lo que te de la gana...
y claro, que te paguen...
yo tb firmo...
mientras tanto,crearemos Xavie's, Marcella's y otros demonios...(y que digan lo que quieran)
y oye tú, para de parentesis y corchetes que parece que estamos en una operación matemática...
besitos
Me ha en-can-ta-do.
(¡Coño, y la palabra de verificación es "echantya"!)
Un abrazo.
(Tengo tu sentencia en el horno, lista para salir...)
Gracias Porto,
Temblando estoy con la sentencia... temblando. :-)
Un abrazo,
X.
Buenas tardes:
en mi última tertulia con Cervantes, reconoció que incluso cincuenta años despues, habría hecho retoques al Quijote.
Comentó también lo mucho que le gusta que nadie se olvide de su lado canalla, mucha más divertida que la de escritor.
Visto lo visto, no es lo más importante lo que queda que lo que se ha vivido.
Y prometo de verdad que me lo dijo....
Saludos
Luna,
Es lo que tenía el amigo. Si no, de qué va a escribir el Quijote. :-)
Un saludo,
X.
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