Miro a través de una celosía y veo las paredes blancas y el empedrado del suelo. En la habitación hace calor y un ventilador de techo emite un zumbido suave. El sudor se seca poco a poco sobre mi espalda. A mi lado el cuerpo de una mujer se mueve imperceptiblemente debido a su respiración. Duerme con una expresión tranquila en la cara.
En la calle, un par de turistas con pantalones cortos y gorra caminan pegados a la pared, evitando el sol. El aire vibra por el calor que sale del suelo.
Me recuesto boca arriba en la cama y me acaricio el vientre mojado. Fumo un cigarrillo y el humo hace arabescos. Las partículas en suspensión se iluminan por los dos rayos de sol que consiguen pasar la barrera de madera. Recorro con los ojos la habitación y sigo las grietas en la pintura, el vuelo lento de un par de moscas, el recorrido de una gota de sudor que cae desde el cuello de la mujer, que se desliza blanda y espesa hasta alcanzar la mitad de su espalda.
Un perro ladra. Se oye a alguien llamando chistar. El murmullo de los aires acondicionados es como un sonido justo en el umbral de la percepción. Los muros de las casas dejan salir algunos diálogos de la primera telenovela de la tarde.
En este momento, la mujer me ha olvidado, ya no estoy con ella, ni dentro ni fuera de ella. Ahora ella está en otro sitio al que no puedo llegar. No me parece mal. Me gusta mirarla mientras duerme. Estará soñando. La miro una vez más y entonces hago algo sentimental: la beso en la mejilla, como si fuera la futura madre de mis hijos.
Observo desde la altura la suavidad de las piedras antiguas, redondeadas por el paso del tiempo y descolocadas por el movimiento de las raíces. En esta ciudad ni siquiera se pueden cambiar las losas de la calle sin llamar a un arqueólogo.
Me levanto de la cama. Me visto con ropa ligera y me voy. Cuando salgo a la calle una vaharada caliente y espesa me golpea la cara, así que busco una cafetería que esté abierta y entro. Pido un café solo y comienzo a leer un libro que compré por la mañana.
Cuando termino de leer han transcurrido dos horas y la temperatura ha descendido cinco grados. En la calle comienza a verse a gente que aún guarda en la cara rastros de la somnolencia de la siesta. Vuelvo a la habitación de mi hotel. La mujer ya se ha ido.
6 comentarios:
Un gustazo leer tu relato en un día tan frio como hoy 12 de noviembre, estaba tomando una sopa calentita mientras te leía y la he tenido que apartar, el sudor de los cuerpos descritos parece haber llegado al mio. Me gusta, es sencillo, directo, con un final, que sin ser tremendamente sorpresivo provoca la sonrisa de medio lado.
Baci ;-)
Gracias Divina,
Esa era la idea, escribir una escena (no creo que se le pueda llamar relato) que diera calor, que evocara las siestas de verano, pegajosas y sudadas. :-)
Un beso,
J.
Te encontré por feliz azar… A veces el Destino me regala joyas como ésta… Excelente escritura, y no menos sugestivos los contenidos… Fue una agradable sorpresa encontrarte… Ojalá tengas curiosidad por el mío que recién comencé hace una semana a publicar una novela por capítulos, “Amanece púrpura”; una novela en proceso, de la que ya he editado el primer capítulo y una parte del segundo. Iré escribiendo los siguientes siempre que haya lectores “suficientes” y “paguen” por su lectura con el impuesto revolucionario de sus comentarios… Bueno, hasta otra, en tu casa o la mía… Un saludo cómplice. Volveré.
Liberto,
Gracias por el comentario, bienvenido y vuelve cuando quieras.
Un saludo,
X.
Pues a mí me ha gustado ese final. Cómo se une la descripción detenida al hecho de que, a mí al menos, se me había psado con ello que se estaba hablando de una pérdida.
Me ha gustado mucho, as usual, Xavie. Pero hay una frase que, no me preguntes por qué, me ha sorprendido. Me resulta un detalle innecesario, un dato accesorio que me despista: "Cuando termino de leer han transcurrido dos horas y la temperatura ha descendido cinco grados". La primera medida (tiempo), bien. Pero la segunda (temperatura)es demasiado precisa para lo que estás contando, creo yo. Puedes decir: "cuando termino de leer, la temperatura ha descendido varios grados" sin variar ni un ápice el relato.
Pero no me hagas caso: son manías puñeteras de un perfeccionista irredento.
Un abrazo.
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