Mientras conducía abstraído, me ha venido a la mente la frase
de una canción de León Benavente: "tengo la cara que me merezco, tengo el
país que me merezco" y eso ha llevado a mi cabeza a pensar en Annette Bening
en American Beauty, intentando
calmarse para que la llorera no le marque surcos en la piel y a Kevin Spacey
haciendo pesas y fumando hierba en el sótano, mientras el novio de su hija mira
fascinado el baile de una bolsa de plástico en televisión.
Ya saben eso de que, después de los cuarenta, todo el mundo tiene
la cara que se merece. Ni hablemos de después de los cincuenta.
Supongo que, a medida que uno se hace mayor (a pesar de tener
hijos pequeños, con lo que conlleva eso de mantenerse despierto, aunque se me
haga imposible imaginarlos mayores y vaya viviendo los días como vienen, sin pedirles
más de lo que ofrecen), cada vez se vuelve con más frecuencia a los años
vividos, a ese mundo cómodo y conocido que entendíamos. Supongo que todo el
mundo acaba cayendo en el mismo arabesco de la memoria (recordar quienes éramos
por escrito, fijando así este instante para el futuro es un arabesco triple,
una triple voltereta mortal). Es más fácil y, a fin de cuentas, el cerebro es
un organismo especializado en reconocer patrones y reforzar los ya conocidos, forma
parte de su funcionamiento intrínseco que la electricidad circule por caminos
ya abiertos previamente.
Recuerdo a una anciana avinagrada que protestaba por todo
cuando tenía la librería, le molestaban los nuevos negocios del barrio, los jóvenes
divirtiéndose, los jóvenes asistiendo a actos culturales, los jóvenes viviendo,
echaba de menos el franquismo, la suciedad y los yonquis de los ochenta en
Malasaña, tan solo porque ella era treinta años más joven y le parecía entender
lo que sucedía a su alrededor. Había dejado de intentarlo hacía mucho tiempo. No
sé si seguirá viva esa señora, pero era alguien a tomar como modelo para no
olvidar que la amargura es fácil y está a la vuelta de la esquina.
Lo más difícil es separar la hojarasca del hueso de
melocotón de las cosas. O eso creo.
No lo sé, cada vez tengo menos claras las cosas. Me hago mayor.
2 comentarios:
Oye, que llevas diciendo que te haces mayor todo el tiempo que te conozco.
Ese es el quid del asunto. Así quito hierro al tema. Pero, de todas maneras, reconoce que eso no me ha impedido seguir haciendo cosas, que es de lo que se trata.
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