De los diarios de Iñaki Uriarte: “En conjunto, de la vida se
recuerdan pocas cosas. Los mayores nos repetimos mucho, pero es que no nos
acordamos de nada más. Schopenhauer dice en algún sitio que uno se acuerda de
su propia vida solo un poco más que de una novela que haya leído”.
No sé por qué no he leído este libro antes. Lo he vendido,
lo he recomendado (gracias a las alabanzas de gente en la que confiaba, lo que me
trae de nuevo a la cabeza Cómo hablar de
libros que no se han leído de Pierre Bayard, un ensayo serio, que dice
cosas interesantes, a pesar de que siempre provocaba una sonrisa en los
clientes de la librería), pero no lo había leído hasta que lo compré este
domingo en la Feria del libro.
A veces, los libros te alcanzan en el momento preciso. Un
vórtice de circunstancias inesperadas puede acabar haciendo llegar un libro a
tus manos cuando tiene que hacerlo. Este ha sido el caso. Hace tiempo que no
encuentro una novela que me guste mucho. La última que me gustó bastante fue Stoner de John Williams, la vida de un
profesor universitario nada memorable, llena, como todas, de pequeñas cuitas y minúsculos
éxitos que, sin embargo, consigue transmitir humanidad, sientes que compartes
lo fundamental con ese hombre gris, enamorado de la literatura medieval
inglesa.
Bien, pues con los diarios de Uriarte me pasa algo parecido,
pero mejor. Transmiten algo verdadero,
no impostado ni forzado, como ocurre en muchas novelas cuyos autores nunca
olvidan que están escribiendo para
alguien. Hay algo en el libro que recuerda un poco a “El esnobismo de las
golondrinas”, de Mauricio Wiesenthal. Supongo que se trata de su condición
común de personas que no tienen que ir a una oficina a trabajar para vivir,
pero que con su tiempo libre hacen justo lo que me hubiera gustado hacer a mí en
otra época de mi vida: levantarme tarde, leer varios periódicos y muchísimos
libros, viajar con comodidad alojándome en sitios maravillosos y antiguos que
aún mantienen la ilusión de una Europa refinada y centenaria en la que la
cultura es importante, perder el tiempo, cultivar con elegancia la pereza,
ridiculizar las actitudes fatuas, tomar el pelo a los pedantes, beber,
conversar, salir con amigos, acostarme tarde.
Yo leía mucho. Hace diez o doce años compraba tres
periódicos todos los días y cuatro los fines de semana. Dedicaba la mañana del
sábado a leerlos, a tomar café y a fumar. Leía constantemente, hablaba de libros,
estudiaba las obras de otros. Me parecía importante. Creo recordar que solía
pensar que si me esforzaba intelectualmente, tendría mejor vejez. También
pensaba que la gente muchas veces olvidaba que, con suerte, iba a ser vieja
mucho tiempo y que merecía la pena prepararse para ello.
Mis circunstancias actuales me impiden hacerlo tanto como me
gustaría, pero sé que ya no sería tan obsesivo. Porque he comprendido que, a
pesar de lo que nos decían de pequeños por televisión, no todo está en los
libros. Ni mucho menos.
Además, si soy sincero, no recuerdo gran cosa, tal y como
dice Uriarte que dijo Schopenhauer.
1 comentario:
Gran blog este :)
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