Tal vez un texto sea el lugar idóneo para hablar de viajes
en el tiempo, pues un texto nos habla desde un lugar en el que este no existe y,
al mismo tiempo, se trata de un artefacto que puede ignorar los odiosos límites
que las constantes cosmológicas imponen a este universo. El texto puede hablar
ahora (como está haciendo esta
introducción), hablar antes (hacía
tiempo que venía pensando que el tiempo no era sino una ilusión, tal y como
pudo comprobar el día que tuvo aquella clara visión de su vejez) o hablar después
(quién iba a imaginar que veinte años después
aquella imagen plácida, atisbada sin pretenderlo, acabara haciéndose realidad: él
y su mujer, ya mayores, sentados en un sofá).
Así que, si yo dijera, por ejemplo, que ayer tuve una
visión, una en la que me vi ya anciano, acompañado por mi mujer (eso me
sorprendió un poco, la verdad) que también estaba sentada en el sofá y que en
esa visión estaba seguro de estar disfrutando de una época de mi vida plácida,
serena y feliz, nadie podría asegurar que esa visión no haya sido un atisbo de
mi futuro.
Comprendo (y comparto) los argumentos contrarios, es decir, que
se trató de una proyección, de algo meramente imaginativo o tal vez de la precipitación
neuronal de un deseo y no de ninguna predicción, ni visión, ni alteración
alguna del normal funcionamiento del universo. Sin embargo, lo curioso de mi visión fue la
completa certidumbre de estar contemplando mi futuro, la sensación (análoga a
la de los sueños) de saberme un viejo feliz y sereno, padre de dos adultos.
Además, si dentro de unos veinte años acabo siendo algo
parecido a ese viejo en paz consigo mismo y sigo teniendo un sofá (a saber), sé
(o supongo o intuyo) que no me acordaré de esta visión de la que hablo ahora y
que la única manera de recordarla (y, tal vez, de acabar por confirmar su
naturaleza de visión) sea leer este texto. Lo que, de nuevo, introduce
interesantes perspectivas respecto al pasado, al futuro, a las visiones, a los
textos y, probablemente, todo el universo.
Y, además, cuanto más la pienso, menos clara tengo esta historia.
Porque ustedes ya la conocen, pero también podría empezar dentro de veinte años
encontrando por casualidad este texto que están leyendo y comprobando con estupefacción
que la visión descrita se ajusta a la perfección a lo que estaré viviendo en
ese momento. O haber comenzado hace veinte años, encontrando por casualidad un
texto aún no escrito y que describe a la perfección la serenidad que el protagonista
acabará sintiendo cuando sea anciano.
Algo se me escapa y no acabo de tener claro el qué. Y,
aunque suele sucederme con cierta frecuencia, no sé si preocuparme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario