Creo que fue Leila Guerriero la que dijo el otro día en una
columna que maldita la felicidad que se interponía en el camino del creador,
que, contento con su suerte, dejaba de maldecir, de sentirse inspirado, de
crear, en una palabra. Se interpuso la felicidad, ya ves, y se jodió la gran
obra maestra que estaba tomando forma en su cabeza...
También creo que fue Tolstoi el que dijo lo de que todas
las familias felices se parecen y que cada familia infeliz lo es a su manera, o
algo así.
Creo que fue Manuel Vicent el que dijo que la cultura era lo
que se tenía tras leer dos o tres mil libros y haberlos olvidado en su mayoría.
Y fue, sin duda, Pierre Bayard, el que dijo que siempre
hablamos de libros que, siendo precisos, no hemos leído porque los recreamos en
la memoria y que basta con saber situar el libro en el tapiz del conocimiento
humano, más o menos. Cómo hablar de los
libros que no se han leído parece un título humorístico, pero no lo es. Aunque
me hacía mucha gracia hablar de él con mis clientes. En la librería aquella que
tuve y que, poco a poco, se está convirtiendo en una especie de ensoñación, algo difuminado.
También dijo Vicente Gallego eso de:
Esta tarde soy rico porque tengo
todo un cielo de plata para mí,
soy el dueño también de esta emoción
que es nostalgia a la vez de los días pasados
y una dulce alegría por haberlos vivido.
todo un cielo de plata para mí,
soy el dueño también de esta emoción
que es nostalgia a la vez de los días pasados
y una dulce alegría por haberlos vivido.
[...]
Mi patrimonio aumenta a cada instante
con lo que voy perdiendo, porque el que vive pierde,
y perder significa haber tenido.
con lo que voy perdiendo, porque el que vive pierde,
y perder significa haber tenido.
Y yo digo: Niños creciendo.
Eso digo yo: Niños creciendo.
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