Asumir que los años han pasado y aceptar las consecuencias (todas)
que las decisiones que tomaste en su momento hayan tenido, saber que ya no eres
un proyecto de adulto sino un adulto hace ya mucho tiempo, que nadie te mira
pensando en el hombre en el que te convertirás (tal y como muchos de mis
coetáneos parecen esperar con su patético miedo a crecer, pensando que siempre
hay tiempo, que siempre se está a tiempo de cualquier cosa, cuando no hay nada
tan falso como eso, maldito pensamiento hueco moderno: siempre se puede cambiar
de vida, siempre se puede cambiar de trabajo y de país, siempre se puede. Y no,
no siempre se puede, por mucho que digan los psicólogos de suplemento dominical).
Los demás te mirarán y decidirán si has utilizado bien tu
tiempo o no, si has vivido, si has hecho algo con él. Decía un escritor en su
blog hace poco que no tener hijos era el único fracaso definitivo y no creo
estar de acuerdo: todos los fracasos son definitivos a medida que pasa el
tiempo, todas esas vidas posibles que podríamos haber llevado y no hemos
llevado, todos esos caminos que podíamos haber tomado y no hemos tomado (aquel
trabajo en el extranjero que no te atreviste a aceptar, aquella mujer con la
que no quisiste estar o aquella otra que no quiso estar contigo, aquel ascenso
al que te negaste), todas las decisiones, todas ellas, (tus compañeros de promoción
con puestos de responsabilidad y tú no, otros con negocios propios que
funcionan bien y tu no, otros con trabajos extenuantes y mal remunerados y tú
no, otros muertos y enfermos, y tú no)
¿Cómo no pensar en las vidas posibles, cómo no tener
curiosidad por conocer a todos tus dobles que, en universos paralelos, están viviendo
esas vidas que nunca llegaron a ser la tuya? Sus mujeres, doctas o prácticas,
(casi siempre hay que elegir entre ambas cualidades); y sus trabajos, en oficinas o en casa, en este
desgraciado país o en otro más amable; sus aficiones y sus días, ocupados con
niños o sin ellos. ¿Cómo no imaginarlo, al menos?
4 comentarios:
Yo también pienso a veces como sería mi vida si … Seguramente de puertas para fuera nuestra vida sería completamente distinta, es incluso posible que fuesemos más (o menos) felices, si hubiesemos tomado otras decisiones en determinados momentos clave de nuestra vida. Sin embargo, creo que, en esencia, seríamos exactamente la misma persona, solo que enfundada en otras circunstancias y rodeada de otras personas, que, aunque tienen la capacidad de influirnos, definitivamente no nos cambian.
Qué bien escribes, chaval.
Y esos paréntesis, ¡ay, esos paréntesis tuyos!
Un abrazo.
Hola María,
Supongo que le pasa a todo el mundo, sobre todo, como en mi caso, cuando algo está a punto de cambiarte la vida para siempre (es lo que tienen los partos :-) Aunque no sé si estoy de acuerdo contigo en que seríamos exactamente las mismas personas. No sé yo qué pensar al respecto. Precisamente lo de los momentos clave es lo que no tengo claro. ¿No lo son todos? ¿En qué momento empezamos a ser lo que somos? ¿No tomamos decisiones constantemente que nos acaban conformando, que nos conforman en todo momento?
No sé. Por otra parte, sí que parece que existen momentos bisectrices en los que nuestra vida pareció encaminarse en otra dirección. No lo tengo nada claro.
Porto,
Gracias por el comentario. Sobre todo, por lo de chaval. :-D
Abrazos y besos
X.
Sí, también estoy de acuerdo con tu punto de vista. Aunque parezca absurdo (por contradictorio), creo que en realidad ocurren las dos cosas: por un lado siempre conservamos parte de nuestra esencia, y por otro nunca dejamos de cambiar (como consecuencia de todas y cada una de las decisiones y todos y cada uno de los momentos por los que vamos pasando a lo largo de nuestra vida).
En lo de los momentos clave, en cambio, sí que discrepo contigo. Aunque todo lo que nos ocurre nos afecta y nos moldea, en realidad hay solamente un puñado de cosas que tienen la capacidad de cambiarnos la vida por si solas. Ser padre es, sin duda, una de ellas.
(¿Para cuándo, por cierto, lo de tu paternidad?)
Besos.
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