domingo, mayo 13, 2007

Bola

Creo que durante la noche, alguno de mis sueños estaba habitado por un animal que ha dejado la cama cubierta de pelos. Pelos como pequeñas lombrices translúcidas que, poco a poco, han ascendido por mi cuerpo hasta alcanzar mi boca.

De ahí al esófago han tardado poco tiempo. Allí se han enredado unas con otras formando una bola que está impidiendo que el olor del sol llegue a mis pulmones.

Así que he decidido abrir una botella de vino tinto y beber un vaso. Porque me consta que la bola es soluble en alcohol.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Parece soluble en alcohol, pero demasiadas bolas en la boca del estómago, acaban haciendonos vomitar.

Que no sea nada. Beso.

La independiente dijo...

O demasiado alcohol. ;-)

No será nada. Gracias. Beso.

Sebastián Puig dijo...

A ver si te pasa lo que al pequeño Tomás.

El pequeño Tomás duerme desde hace un año debajo de su cama. Por eso mismo es feliz. Duerme debajo de su cama por culpa de los monstruos. Como todo el mundo sabe, debajo de la cama de todos los niños, viven feroces monstruos. Por el día no pasa nada, de hecho no se sabe siquiera si están ahí, pero eso es lo de menos, no pasa nada. Uno puede incluso meterse debajo de la cama a jugar, los monstruos de día es como si no existieran. Pero por la noche la cosa cambia. En el momento en que la luz se apaga y mamá o papá nos cierran la puerta, estamos a merced de esas bestias. Pero el pequeño Tomás duerme debajo de su cama, y por la noche.

Si comparamos la descripción que cada niño nos da sobre los monstruos de su cama, veríamos que hay tanta variedad como niños. Un grupo de monstruos distintos por cada niño distinto. Pero el pequeño Tomás duerme debajo de la cama, y por la noche.

Todos los niños saben que lo único que los puede defender de los monstruos son las sábanas. Si la frente, o los ojos, incluso la nariz, quedan al aire, no importa, siempre que el resto del cuerpo esté cubierto por la sábana. Las sábanas están hechas de un material que ningún monstruo es capaz de atravesar, ni siquiera se atreven a rozarlas. Puede que sea el olor, la forma del cuerpo que hay debajo, lo que sea, pero no falla, la sábana es segura. El pequeño Tomás no necesita la sábana y eso que duerme debajo de la cama, y por la noche.

Qué niño no sabe que aunque la cama esté pegada a la pared, los monstruos aprovechan cualquier rendija para subir. Si te tapas bien, puedes dormir a gusto. Y si tienes ganas de hacer pis, mejor esperar a que sea de día, uno no puede arriesgarse. Pero el pequeño Tomás va y viene cuando le apetece, y después, se pone a dormir debajo de la cama, y por la noche.

El pequeño Tomás se apuntó a un curso de electrónica por correo, y para su cumpleaños se pidió muchos cables, un mecano, pilas y plastilina. Una noche, cuando se acostó, olvidó taparse con la sábana. Sus padres le despidieron, apagaron la luz y cerraron la puerta. Justo en el momento en que el pestillo hacía clic, los monstruos salieron de su guarida y se abalanzaron sobre él. Lo que le hicieron es mejor no contarlo. De repente, la puerta se abrió, un niño entró como un rayo y se metió debajo de la cama. Era el pequeño Tomás, que había engañado a los monstruos haciéndoles atacar a un pequeño Tomás de plastilina teledirigido. Desde entonces duerme debajo de su cama, y los monstruos tienen que taparse con la sábana si quieren dormir a gusto, y por la noche.

Sebastián Puig dijo...

Por cierto, excelente lo del "olor del sol".